Voy a ir metiendo todas mis tristezas en un frasco. No uno
muy grande, pero tampoco demasiado pequeño.
Todas y cada una de las cosas que
me hacen sentir pequeño; las que me hacen ver las cosas a través de la lluvia;
las que se esconden entre los huesos.
Abro la tapa del frasco ( ni muy grande ni muy pequeño) y
comienzo a meterlas, una por una.
La primera no se mueve, está quieta, fría e inerte. Ha
pasado conmigo mucho tiempo…quizá sea la primera. No lo recuerdo
La segunda ocupa mucho, y aún palpita, está caliente. No es
la más vieja, pero si la que más ha durado viva.
La tercera es pequeñita, parece un grano de arena, y muy
ligera. Pero quema, arde como un tizón al rojo.
La cuarta ( y ultima)se mueve demasiado. No para quieta, y
parece una neblina que no se deja atrapar.. Esta no se ni cual es, o siquiera
si es mía, pero la guardo también
Cierro la tapa, y ahí están, en un bote, ni muy grande, ni
muy pequeño, transparente, donde las puedo ver. Pensaba deshacerme de ellas,
enterrarlas…
Pero las tengo cariño. Después de todo, han estado en mis
huesos. Las dejare en ese bote, y pegare una etiqueta. ¿Qué pondré?
¿”Pandora”? No, muy clásico
¿”No abrir”? Advertencia
vana.
¡Ya se!
“No olvidar”